La capital siria, Damasco, y ciudades como Estambul, en Turquía, fueron escenario de celebraciones multitudinarias tras la aparente huida de Bashar al Asad, presidente de Siria, poniendo fin a años de guerra civil y dictadura.
En Damasco, miles de personas llenaron las calles mientras disparos al aire y plegarias resonaban desde los altavoces de las mezquitas. En Estambul, hogar de una numerosa comunidad de refugiados sirios, cientos se reunieron frente a la mezquita del barrio de Fatih, desafiando la lluvia.
“Es increíble, tenemos la sensación de renacer”, comentó emocionada Sawan Al Ahmad, refugiada en Turquía, mientras abrazaba a su hijo.
En la céntrica plaza de los Omeyas en Damasco, decenas de ciudadanos derribaron una estatua de Hafez al Asad, el padre del actual presidente y líder del régimen durante décadas. Con gritos de “¡Siria es nuestra, no es de la familia Asad!”, celebraron lo que consideran el fin de medio siglo de autoritarismo.
Soldados del régimen abandonaron apresuradamente la sede del Estado Mayor y se despojaron de sus uniformes. Instalaciones gubernamentales, como la televisión y la radio públicas, quedaron vacías.
“Nuestra alegría es inmensa, pero no será completa hasta que el criminal sea juzgado”, afirmó Ilham Basatina, una residente de la ciudad.
En Estambul, las celebraciones estuvieron cargadas de esperanza.
“Se fue y eso es lo esencial. Que huya a Rusia, Bielorrusia o Venezuela, da igual. ¡De todas formas acabará en el infierno!”, expresó Mohamed Cuma, un estudiante de ingeniería civil que sueña con regresar a Siria para contribuir en su reconstrucción.
Antes del amanecer, la ciudad fue sacudida por cinco explosiones, aparentemente de artillería o municiones, según relatos de soldados que desertaron.
“Nuestro superior nos dijo que volviéramos a casa. Entendimos que todo había terminado”, compartió un exsoldado bajo anonimato.
Mientras tanto, en redes sociales, figuras públicas y periodistas asociados al régimen comenzaron a usar la bandera de la oposición en sus perfiles.
El actor Ayman Zidan, vinculado al régimen, escribió:
“Quizá éramos prisioneros de una cultura del miedo. Pero aquí estamos, a las puertas de una nueva era, con hombres que han demostrado nobleza y deseo de restaurar la unidad del pueblo sirio”.
En Damasco, los rebeldes, vestidos con ropa de camuflaje, rezaban y celebraban en las calles con disparos al aire. Algunos hablaban de reconstrucción y unidad para un país devastado por 13 años de guerra civil.
Aunque la caída de Bashar al Asad marca un punto de inflexión, los sirios reconocen que el camino hacia la paz y la reconstrucción será largo.
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